El mundo nos rompe a todos.
“El mundo nos
rompe a todos. Y luego algunos se hacen más fuertes en las partes rotas.
-Ernest Hemingway”
Pues nada … inicio mi año con
este pensamiento… En Japón existe un arte centenario denominado Kintsugi o
también llamado el arte de la resiliencia, en esta filosofía japonesa
contrariamente a la filosofía occidental cuando algo se rompe o sufre heridas
esto se celebra no tapando sus heridas sino adornándoles con oro, pues al restaurarla
reencuentra su utilidad y al mismo tiempo incrementa su belleza resaltando con
oro la unión de cada fisura.
No sé tú, pero yo me he roto un
sinfín de ocasiones algunas casi imperceptibles otras muy marcadas, asi que si
hemos sufrido alguna circunstancia dolorosa que nos ha dejado huella, tenemos
la oportunidad de no hacer como si nada hubiera pasado y podemos contemplar la
experiencia valorando todo aquello que ha dejado en nuestras vidas.
Según el kintsugi, además de la
importancia de la recuperación funcional del objeto, su valor más grande radica
en la aceptación de lo que se ha roto como parte de su historia. Las roturas y
las reparaciones forman parte de esta historia y tienen que ser mostradas en
lugar de esconderlas es decir son honradas desde la mirada amorosa de nuestra
alma, contemplado nuestras heridas internas como dignas de reparación y como
cicatrices que nos embellecen a diferencia de una cultura occidental basada en
el usar y tirar y el concepto de la persona “rota”.
Vivir ese proceso es mirar las
etapas que con amor podemos llevar a cabo:
ü
Permítete Romperte: Con la metáfora del tazón de
cerámica roto se propone dar una segunda oportunidad al tazón roto en vez de
tirarlo
ü
Ensambla: Después de una crisis, hay que tomarse
tiempo para reunir de nuevo las piezas y juntarlas.
ü
Espera en reconocimiento pausado y amoroso: Esta
fase hay que resumirla con “el tiempo todo lo cura” aunque también hay que
actuar proactivamente.
ü
Repárate Sanado una a una tus heridas: Una vez
que las piezas están ensambladas y se unieron ahora hay que darle la laca a
esas heridas para que se ensamblan de manera más sólida.
ü
Revela: Seria la etapa en que damos polvo de oro
a nuestras heridas. El oro en la cultura japonesa sígnica prosperidad así que
al colocarnos ese oro simbólico estamos generandonos el avance prosperó de sanación.
ü Sublima: La reparación ya está hecha por lo que esta época se centra en disfrutar del resultado.
Así pues que todo aquello que ha sido dañado tiene una historia digna de ser narrada.
Estas
porcelanas rotas y agrietadas, con fisuras y heridas, son como un espejo donde
nos podemos ver.
Contemplando
nuestra naturaleza humana, nos observamos desde la fragilidad, el cambio
inevitable y el envejecimiento. Así nos damos cuenta de que en nosotras también
vive la naturaleza de la transformación, especialmente en aquellos momentos en
que hemos recibido golpes y adversidades.
Y con esta
reparación dorada tan visible y remarcada, más allá de mostrar la fragilidad y
la imperfección, lo que hacemos es verbalizar una gran fortaleza que se
desprende del simple hecho de mostrar —sin complejos— nuestras cicatrices.
Trasladamos la
fragilidad de la porcelana a nuestra propia existencia humana, mientras
reflejamos sus fracturas en nuestras propias heridas y cicatrices. Una metáfora
donde la cicatriz se convierte en una oportunidad para afrontar el mundo y la
vida desde la fortaleza.
Comprendiendo
que nosotras somos como el objeto, que es más bello por haber sido roto y
después haberse recuperado y reparado. Hemos dejado de ser algo convencional
para convertirnos en algo más, con un valor añadido, y es precisamente en este
punto donde el proceso de reparación adquiere una nueva comprensión.
Las cicatrices
doradas son la prueba de la imperfección y la fragilidad, pero a la vez de la
resiliencia —la capacidad de recuperarse—, dignas de ser alabadas.
Y en este andar desde el contexto
terapéutico, como Psicoterapeuta Acompañante, activamos la capacidad de la
persona para poder sanar, persistir y fortalecerse pese a los golpes sufridos
con el hilo dorado del tiempo y la terapia, dónde el pegamento representa la
relación que paciente y terapeuta establecen y el oro, la aceptación, comprensión
y valor que la persona va encontrando en los surcos de sus cicatrices. Estas
vasijas nos recuerdan que, aunque la vida nos deteriore y nos rompa, siempre
podemos crecer de nuevo, juntar los pedazos y repararnos terminando siendo más
bellos no sólo por fuera sino también y sobre todo por dentro.
Recuerda: Lo único que es lo más perfecto de lo
perfecto es aquello que se recupera después del quiebre.
Gracias por tu andar juntos…
Eliza Cavazos
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